Charo Zarzalejos | 27 de noviembre de 2018
Menuda, discreta, nunca impostada, prudente en sus palabras y austera en sus gestos, Ana Pastor, tercera autoridad del Estado por su condición de presidenta del Congreso, es una histórica del Partido Popular y una de las pocas personas a las que Mariano Rajoy considera “una amiga de verdad”.
Aunque es considerada por todos una gallega de pura cepa, lo cierto es que nació en Cubillos, un pequeño pueblo zamorano donde pasó buena parte de su infancia. Su formación se inició en la escuela del pueblo y culminó en Salamanca, donde se licenció en Medicina y Cirugía. Como funcionaria que es del Cuerpo Superior de Salud Publica y Administración Sanitaria, acabó ejerciendo en Ferrol y Pontevedra, ciudad esta que considera suya. Allí ha fraguado amistades de esas que duran toda la vida y allí, en Galicia, conoció a su marido, José Benito Suárez Costa, presidente de la Autoridad Portuaria de Marín y Ría de Pontevedra.
#SesiónDeControl Es el turno de @gabrielrufian de @Esquerra_ERC. Pregunta a @JosepBorrellF, ministro de @MAECgob, "qué valoración hace el Ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de la gestión de su Ministerio?" ? pic.twitter.com/UZMrIgtDKS
— Congreso (@Congreso_Es) November 21, 2018
Ana Pastor y José Benito Suárez son un matrimonio que siempre ha preservado su vida privada. Ella, la presidenta del Congreso, tiene en Madrid un pequeño apartamento en el que vive desde que fuera ministra de Fomento. Los fines de semana, el matrimonio se encuentra en Madrid o en Pontevedra. Quienes los conocen aseguran que ambos han sabido respetar sus respectivos territorios profesionales y se apoyan mutuamente “sabiendo cuál es el papel y el sitio que les corresponde”.
Como ministra de Sanidad, impulsó, entre otras cosas, las restricciones al tabaco y, como ministra de Fomento, Ana Pastor tuvo que afrontar el accidente de Angraix. Nunca, en ningún momento de su ya larga trayectoria política, ha sido protagonista de polémica alguna y mucho menos de protagonismo gratuito. Es de las pocas personas que no temen a la hemeroteca, porque si algo ha cuidado han sido su palabra y sus juicios. “Ana -dicen sus compañeros- tiene la inteligencia de no meterse en charcos innecesarios” y, probablemente, sea esta prudencia la que la ha dotado de un prestigio por todos reconocido.
En su biografía, la figura de Mariano Rajoy ocupa un lugar destacado. Su lealtad al expresidente es a prueba de bombas y su amistad se ha forjado a lo largo de los años. Esta amistad es compartida con su marido, compañero fijo de Rajoy en sus ya famosas caminatas veraniegas por tierras gallegas. La discreción de este matrimonio es algo que Rajoy ha valorado siempre y ambos forman parte del reducido grupo de confidentes del que fuera presidente del Gobierno. En realidad, tienen un estilo muy parecido y eso ha generado entre ambos, Ana Pastor y Mariano Rajoy, una amistad que cuidan con mimo.
Esta amistad y su propia trayectoria sin mácula alguna fue lo que llevó a Ana Pastor a ser presidenta del Congreso, cargo que ocupa desde el 19 de julio de 2016. Desde esta presidencia, Ana Pastor ha tenido que lidiar, nada menos, que con dos mociones de censura contra Mariano Rajoy. La primera, en 2017, a propuesta de Podemos, que no prosperó y la segunda, en 2018, presentada por el PSOE, que llevó a Pedro Sánchez al Gobierno. Para Pastor fueron estos días unas jornadas amargas. Nunca pudo imaginar que tendría que ordenar el debate que iba a acabar con el mandato de su amigo, “un hombre recto y un político de primera”.
Y, efectivamente, ordenó el debate sin abandonar su estilo de reciedumbre. No tuvo más remedio que tomar distancia para que el disgusto personal no se impusiera sobre su obligación de neutralidad. Todo le pareció injusto, pero fiel a su estilo mantuvo la austeridad en la palabra y en los gestos. La misma actitud ha mantenido en las primarias del PP, que dieron el triunfo a Pablo Casado. Ni una palabra, ni un gesto, ni un silencio del que se pudiera concluir cuál era la persona favorita para suceder a Mariano Rajoy.
Gabriel Rufián, el titiritero del Parlamento
Y esta ha sido su actitud y en ella se mantiene: la neutralidad a la hora de dirigir los debates parlamentarios, que en los últimos tiempos han subido de temperatura. Sí le parece que habría que revisar la multitud de comisiones ahora abiertas. Más de treinta. Esto supone un importante desembolso económico y una obligada dispersión en el trabajo de sus señorías. Lo ha comentado con los grupos parlamentarios, pero no está en sus competencias el evitarlas.
Sí está en sus competencias dirigir los debates, mantener el orden y garantizar la libertad y el respeto de los oradores. Sus llamadas al silencio han sido más que numerosas, y lo ha hecho sin distinción de ideología, y el control de los tiempos de intervención los mantiene, salvo contadas excepciones, a rajatabla. Con todo, y pese a su larga trayectoria política, es casi seguro que Ana Pastor será recordada, entre otras muchas cosas, por haber sido la presidenta que expulsó del pleno a Gabriel Rufián, diputado de ERC. La expulsión se produjo después de las tres preceptivas llamadas al orden que el diputado independentista desoyó en su agrio debate con el ministro de Exteriores, Josep Borrell. Rufián, junto con el popular Vicente Martínez Pujalte, forma parte de la escueta, muy escueta lista, de diputados expulsados del hemiciclo.
En realidad, Gabriel Rufián ya estaba subliminalmente avisado. Hace ya varios meses, la propia Ana Pastor lo llamó a su despacho y mantuvo con él una larga conversación. La presidenta lo llamó a la reflexión, llegándole a pedir que pensara cómo quería pasar a la historia, si como un diputado que defiende sus ideas o como un diputado que opta por el espectáculo. Es obvio que Gabriel Rufián ha elegido siempre lo segundo.
Está fuera de duda que Pablo Casado cuenta con ella para las próximas elecciones generales y en posición de salida. La duda es si Ana Pastor, con Mariano Rajoy fuera de la política, está por la labor de continuar en ella. “Si Mariano se va, yo me voy un paso antes”. No hay que olvidar esta frase de Ana Pastor.
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